Los cambios tecnológicos en los
sistemas de información han influido en todos los ámbitos socioeconómicos
transformando los hábitos de las personas y sus relaciones, el trabajo, la
forma de hacer negocios y la enseñanza de manera que, en general, el mundo
resulta ahora más pequeño.
La globalización ha modificado el entorno de las empresas y la demanda
se ha vuelto más variable y exigente en busca de productos y servicios que
ofrezcan mayores niveles de calidad.
El éxito o incluso la supervivencia de las empresas depende de su capacidad
para afrontar este nuevo contexto. No basta con adaptarse a unas nuevas
condiciones sino que hay que conseguir adquirir una capacidad de adaptación y de apredizaje continuas con las que
afrontar los cambios de regulación, el ritmo acelerado de los progresos
tecnológicos y los nuevos retos competitivos.
Desde el punto de vista empresarial se genera un cambio de valores. Se
pretende lograr la identificación de las personas con la institución para reducir costes de coordinación dentro
de una estructura descentralizada
que permita realizar cambios organizativos permanentemente sin altos costes de
adaptación y actuar con una mayor
creatividad e innovación para generar cambios. En esta nueva dinámina
empresarial es la persona y no la función la clave del éxito .
Hay que aceptar el presente con valentía
y humildad de aprender y crecer constantemente si queremos tener éxito en
nuestra aventura emprendedora. Deberemos además ser honestos y firmes en nuestros principios ya que son éstos los que
nos haran poseer confianza y seguridad y nos otorgarán la sabiduría para saber
cambiar el modo en que deberemos abordar las necesidades y oportunidades cambiantes
que nos rodean.
El emprendedor deberá esforzarse en conseguir el liderazgo de su
empresa en el mercado y, por añadidura el de su propia marca personal.
Si bien el liderazgo parte de unas capacidades intelectuales y de una
habilidad en la ejecución de una ocupación, también es cierto que este
potencial puede estimularse alimentando
el talento y aprendiendo a sacar
partido de los errores y de los propios aciertos. Por otro lado el
conocimiento, la creatividad y las relaciones personales pueden constituir un
valor añadido si queremos adquirir esta capacidad de liderar.
¿Es el liderazgo sólo cuestión de carácter? Probablemente no, ya que sin
dirección se vuelve infructuoso y sin talento se extingue. El liderazgo
emprendedor no puede vivir de espaldas al crecimiento
intelectual. Tiene mucho que ver con educar y con la capacidad de actuar
ante una situación de necesidad o de adversidad que nos negamos a aceptar, esa que
nos genera miedo y que nos hace entrar en conflicto y negociar con nosotros
mismos. Debemos ser capaces de
enfrentarnos a las circunstancias apostando con esperanza, con optimismo,
con responsabilidad y con decisión para acometer acciones con disciplina y constancia, aprendiendo
constantemente y valorando el presente
como un regalo.
Todo lo anterior no es más que la descripción de las cualidades que
debe tener un buen lider y no es ni más ni menos que lo que se le exige al
emprendedor actual, que se comporte como lider para poder culminar con éxito su
aventura emprenderora.